Joachim Trier
Foto: Steffen Oftedal

Se hace cine al andar

Joachim Trier

Joachim Trier (Oslo, 1974) siempre busca nuevas formas de plasmar los relatos humanos a través del lenguaje cinematográfico. En Reprise (2006) y Oslo, 31 de agosto (2011) exploró el drama existencialista y también ha hecho una incursión en el género de terror sobrenatural con Thelma (2017). Actualmente, está trabajando en Verdens verste menneske («La peor persona del mundo»), la tercera entrega de lo que ha venido a denominarse la trilogía de Oslo. Hemos entrevistado por  teléfono al realizador noruego para conocer de primera mano su obra y su manera de concebir el cine.

 

LO UNIVERSAL EN LO ESPECÍFICO

A Joaquim Trier le entusiasma la idea de que sus películas se vean fuera de Noruega. «Me he criado con cine de todo el mundo, y para mí ha sido muy importante tener distribución no solo en Noruega; es algo que me ha preocupado durante toda mi carrera. Pienso que el cine resulta interesante en cuanto que muestra algo específico de una cultura, al mismo tiempo que suscita algo universal sobre la condición humana».

Trier confiesa que intenta evitar ser el típico «exotista» noruego que emplea, de manera consciente, los majestuosos paisajes montañosos del país como recurso. Al contrario, persigue un tipo de relato más urbano con el que quizá puedan relacionarse los espectadores en otras partes del mundo, pues tiene algo universal.

A pesar de su búsqueda de relatos que transgredan una realidad concreta, todas sus películas –excepto El amor es más fuerte que las bombas (2015), filme que rodó en Nueva York con actores de la talla de Gabriel Byrne e Isabel Huppert– están ambientadas en Oslo, la capital de Noruega.

 

LA TRILOGÍA DE OSLO

El cine de Trier gira en torno a cuestiones sobre la identidad, la marginalidad y la soledad, y el cineasta admite que siempre ha tenido la inquietud de indagar sobre cuál es el sentido de todo. Tras realizar una serie de cortometrajes sobre la comunidad del skate –el cineasta fue campeón de Noruega de monopatín– estrenó su ópera prima Reprise en 2006. Este largometraje, en el que exploró la amistad, la ambición y el deseo de tener relevancia desde el punto de vista creativo, se convirtió en una cinta de culto. Más tarde consolidó su posición como realizador relevante del panorama europeo actual con Oslo, 31 de agosto que, según el director, «relata un sentimiento fundamental de soledad y, aunque está relacionado también con una historia de adicción a las drogas, en un nivel más profundo trata del hecho de sentirse marginado, de no saber cómo ocupar tu sitio en el mundo y buscar un sentido a todo».

Nos cuenta que, actualmente, está trabajando en Verdens verste menneske («La peor persona del mundo»), cuyo estreno está previsto para 2021. Es la tercera entrega de la trilogía de Oslo, que consiste en tres relatos existenciales basados en un personaje que reside en dicha ciudad. «Igual suena un poco cursi, pero es mi intento de hacer una comedia romántica. Estoy deseando explorar una mezcla de algo humorístico y liviano que, al mismo tiempo, tome las cosas en serio».

Trier reflexiona sobre el lugar que ocupa Oslo en su filmografía. «Es una ciudad muy rica en relatos, y siempre intento buscar nuevos ángulos. Cuando escribes un guion ambientado en el lugar donde te has criado, aparecen intuitivamente imágenes y lugares concretos, pues todo tiene un valor determinado; se trata del lugar que alberga tus recuerdos y experiencias».

Oslo, 31 de agosto – Tráiler

Sostiene que busca una expresividad y una sensibilidad con respecto a lo que le puede decir la ciudad. «Cuando hicimos Oslo, 31 de agosto el diseñador de sonido y yo intentamos reflexionar sobre cuáles son los sonidos característicos de la ciudad. Cada sitio tiene su resonancia propia. En el caso de Oslo, una ciudad portuaria, tenemos gaviotas que se adentran en el mismo centro, tenemos el tranvía cuyo sonido es inconfundible. Se aprende algo cuando haces cine en el lugar donde vives, porque te ves en la obligación de buscar algo específico en él, constituye toda una exploración».

Para el creador noruego el lugar y el espacio son determinantes para lo que acaba siendo una película. La mezcla entre la perspectiva y las decisiones que toma el director en una situación concreta es lo que conforma la cinta. «¿Qué es lo que recuerdas cuando cierras los ojos y piensas en una película que te ha gustado? El ambiente, el lugar y los personajes, los rostros de los actores… Quizá no recuerdes bien la trama, pero te quedas con el ambiente del lugar, la iluminación, las calles…».

Sin duda, el lugar y el espacio son importantes, pero Trier opina que la manera en que estos se convierten en una parte del relato es inconsciente. «No se sabe de antemano, lo voy descubriendo a lo largo del proceso; quizá suene extraño, pero no tengo el control de lo que va a ser Oslo dentro de mi película. Va sucediendo a medida que voy avanzando, cada vez tengo más claro que incluso puede ser casual».

 

«Me interesan los desequilibrios de poder en las relaciones cercanas, así como en los grupos cerrados. En particular, quiero explorar cómo nos relacionamos –tanto desde el punto de vista social como individual– con las personas que se encuentran en una situación vital complicada»

 

La relación que tienen los protagonistas con Oslo siempre está teñida de ambigüedad. «Los chicos de Reprise quieren marcharse de la ciudad cuanto antes, no soportan toda la autocomplacencia que hay en ella, los trajes regionales el 17 de mayo… De alguna manera el desprecio que sienten hacia sí mismos se traduce en desprecio hacia la ciudad. Pero a medida que van ubicándose en su vida, también aprenden a querer más a su ciudad. De alguna forma, también es un rasgo de la película que estoy haciendo ahora; en cierto sentido también habla de esta relación ambigua con el lugar de origen y el amor que hay que aprender a tenerse a sí mismo y al lugar donde uno se encuentra».

En Oslo, 31 de agosto Trier presenta una ciudad hermosa y amable, con luminosas noches de verano que contrastan con la melancolía del protagonista. «Se trata de una historia muy triste sobre una persona que es incapaz de sentirse a gusto en su entorno. Lo curioso fue que cuanto más bonita conseguimos grabar la ciudad de Oslo, más triste resultaba todo. En esa película nos permitimos mostrar esa belleza, me permití intentar ver la ciudad como si me fuese a marchar para no volver nunca. De ahí la nostalgia en la forma que contemplamos la ciudad».

Trier nos cuenta una anécdota sobre uno de los impresionistas –cree recordar que fue Manet–, que llevaba siempre un vidrio oscuro en el bolsillo. Cuando veía algo hermoso y lo contemplaba a través de aquel prisma, él conseguía ver lo que ocurría dentro de la belleza. «Cuando hice esta película pensé en esta anécdota. No tiene ningún interés mostrar una bella noche de verano en una ciudad llena de gente feliz, necesitas un vidrio oscuro, un prisma, para ver los contrastes. El relato humano es ese prisma».

 

EL TERROR SOBRENATURAL COMO EJERCICIO ESTILÍSTICO

En Thelma (2017) Trier realizó una incursión en el género de terror sobrenatural. También en esta ocasión la película versa sobre una mujer de treinta años que intenta buscar su identidad en relación con sus parejas. Además posee unos deseos y unas fuerzas oscuras que no reconoce aún. «Para mí fue grato hacer algo híbrido; Thelma es una suerte de thriller psicológico, un cuento de brujas moderno, que a medida que avanza, se convierte en un drama familiar, y además tiene elementos del cine de terror».

El cineasta admite que su incursión en este género fue una especie de ejercicio estilístico, un intento de crear imágenes y atmósferas diferentes a lo que había hecho antes. «El hecho de incluir elementos de este género fue lo que me ayudó a articular la historia. Mi idea inicial era hacer una película de terror clásica de los ochenta con música de sintetizador. Pero acabó siendo una historia mucho más humana y estoy satisfecho con ella; fue un descubrimiento interesante. Cuando empiezo a trabajar en un proyecto no sé en qué va a desembocar, y eso es parte del encanto de mi profesión».

 

«No tiene ningún interés mostrar una bella noche de verano en una ciudad llena de gente feliz, necesitas un vidrio oscuro, un prisma, para ver los contrastes. El relato humano es ese prisma»

 

A continuación, Trier nos desvela cómo se lleva a cabo la colaboración con Eskil Vogt, el coguionista con el que trabaja habitualmente. «De entrada estamos trabajando en cosas paralelas y hablamos de qué tipo de universo me gustaría dirigir, pero luego no siempre se nos ocurre algo. Al principio, lo que tenemos es un cariño casi ingenuo a un montón de situaciones, escenas e ideas visuales y después surge el personaje. Entonces sabemos lo que va a ser. No empezamos a hacer la película de verdad hasta que el personaje está definido».

 

CINE Y POESÍA

Las ideas visuales que plasma Trier en su cine tienen cierta carga poética y el director comparte su visión sobre el concepto de poesía en relación con el cine. «Creo que nunca me habían preguntado sobre eso, y me gusta. Si concebimos la poesía escrita como una rearticulación del lenguaje que permite que la realidad se nos revele de una forma diferente, pienso que el cine puede hacer algo parecido con el tiempo, el espacio y los personajes. El buen cine te permite presenciar, con una mirada nueva, una situación que has visto miles veces; una calle que conoces, una pareja que rompe su relación o alguien que se va a la guerra. Si intentas configurarlo de alguna manera a través del lenguaje cinematográfico, surge la poesía creando paradojas y atmósferas inesperadas. En mi opinión, es interesante mezclar el concepto de la poesía en el cine. Cineastas como Andréi Tarkovski saben que la poesía en el cine no es abstracta, sino muy concreta; es conseguir que el espectador contemple un vaso de leche que se derrama sobre una mesa de madera como si lo viese por primera vez. Luego tenemos a Buñuel, que tuerce la realidad hasta tornarla irreconocible, pero al mismo tiempo nos la acerca, dotando las situaciones más cotidianas de una nueva carga».

Joachim Trier se confiesa amante de la literatura y el cine hispanos desde que era joven. Fue a la escuela de cine con dos argentinos: el director y guionista Alexis Dos Santos y la directora de fotografía Natasha Braier, que están teniendo una trayectoria muy interesante.

En sus años formativos leía a Borges y descubrió a Cortázar, sus novelas y cuentos; sin duda le marcó Bestiario. Durante esos años también vio mucho cine experimental. Trier ha seguido de cerca la cinematografía de Julio Medem y nos cuenta que hace unos días cuando fue a ver Dolor y gloria de Almodóvar, que le emocionó. «Supongo que le debe pasar lo mismo a cualquier persona que se dedique al cine y que tenga cierta edad…».

 


Bente Teigen Gundersen es Licenciada en Filología, Literatura y Antropología Social por la Universidad de Bergen. Máster en Estudios Latinoamericanos por la misma universidad. Estudios de doctorado (DEA) en la Universidad Complutense de Madrid donde también fue profesora de lengua y cultura noruegas de 2011 a 2018. Agregada de Prensa y Comunicación en la Embajada de Noruega en Madrid y Asesora de Comunicación en DIKU, agencia del gobierno noruego para la internacionalización de la educación superior. Traductora literaria de más de treinta libros y colaboradora en proyectos audiovisuales.


Este texto es parte del informe ¿Qué pasa en Noruega?


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