Noruega
Foto: Christian Roth Christensen / Visit Norway

El camino hacia el norte

Todos los caminos en Noruega llevan a Oslo si se busca creatividad y mucha cultura; sin embargo, en verano nadie querrá perderse los festivales playeros de Kristiansand, el entorno salvaje de la internacional Stavanger, la belleza pintoresca de Bergen, el art nouveau sobre el mar de Ålesund, la inteligencia de Trondheim o las noches sin límite de Tromsø. Si además uno se propone llegar al fin del mundo, aquí lo tiene bien cerca.

 

OSLO

Dinámica y feliz, Oslo no precisa de una visita turística en la que ir tachando reclamos de un mapa. Vale la pena disfrutarla paseando sin prisas y sin muchas pautas porque la capital noruega es interesante en su placentera vida cotidiana. Por fuerza en algún momento habrá que pasar por la fortaleza de Akerhus, por el Ayuntamiento, el Palacio Real o el Teatro Nacional. Pero valdrá más la pena hacerlo si vamos de camino a tomar un buen café –que de eso Oslo sabe mucho– o a un parque a tirarnos sobre la hierba, cuando el sol bendice a esta ciudad asomada al fiordo.

Del mismo modo, no hay nada como pedalear junto al mar desde Tjuvholmen hasta Sørenga, recorriendo la llamada ciudad del fiordo, el reciente proyecto urbanístico que ha recuperado la fachada marinera de la ciudad –antes inhóspita por la actividad portuaria– para devolvérsela a los ciudadanos a base de infraestructura y buenas dosis de interesante arquitectura.

Oslo

Aker Brygge – Foto: Tord Baklund / Visit Oslo

Durante esos tres kilómetros, pasaremos por Aker Brygge y sus terrazas (también aquí queda el Centro Nobel de la Paz, que en futuro escoltará al nuevo Museo Nacional), dejaremos a un lado al Ayuntamiento, divisaremos la fortaleza y nos adentraremos por las calles rectilíneas de Kvadraturen o bien podemos pedalear por la costa hasta el mercado gastronómico de Vippa, para llegar hasta la Ópera.

En Lagkaia, un poco antes del flamante edificio de Snøhetta nos toparemos con Salt, el festival nómada que ahora recala en la capital noruega. En unas espectaculares construcciones de madera diseñadas por Sami Rintala se celebran eventos culturales, conciertos, debates, obras de teatro… Tampoco falta una sauna, ritual que precede a un chapuzón en el fiordo.

Oslo Opera House

Ópera – Foto: Christopher Hagelund / Visit Norway

No obstante, la mejor playa urbana de Oslo está en Sørenga, a la que accederemos por un puente detrás de la Ópera, muy cerca del Código de Barras así llamado por aglutinar los edificios más altos de la ciudad. Detrás de ellos, pasadas las vías de las Estación Central, llegamos a Grønland, barrio multirracial de carnicerías halal pero también con una animada vida nocturna. Aquí encontramos clásicos como Olympen y Pigalle, así como locales híbridos con propuestas muy interesantes. Es el caso de Oslo Mekaniskeverksted conectado a la Dramatikkenshus o Bruket Oslo, que con su café y escenario forma parte del llamado Landbrukskvartalet –el distrito agrícola–, que aspira a convertirse en el corazón eco de la actual Capital Verde de Europa.

Øya Oslo

Festival Øya – Foto: Tord Baklund / Visit Oslo

En pocos pasos llegamos a Tøyen, en cuyo fabuloso parque –frente al Museo Munch se celebra el mayor festival musical de Noruega, el de Øya. Estamos muy cerca de Grunerløkka, el dinámico barrio que destaca por sus tiendas de segunda mano y mercadillos, su buen café (imprescindible una visita a Tim Wendelboe), y gran ambiente en general, como el del festival Picnic In The Park en Sofienberg. Éste queda próximo a la zona de Vulkan, a orillas de río Aker, donde las antiguas fábricas han sido tomadas por centros de arte

No muy lejos está el cementerio de Vår Fresels, donde descansan Edvard Munch y Henrik Ibsen entre otras glorias patrias. Pero, de nuevo, vale la pena acercarse por allí también por el paseo y porque nos sirve de atajo para llegar hasta Ullevalveien, con su ambiente universitario, y acercarse hasta el parque real y las elegantes Uranienborg y Frogner para terminar en Majorstuen. Allí, en Frognerparken encontramos el popular parque de Vigeland y sus esculturas. Un buen lugar para despedirse de la ciudad.

Oslo

Grunerløkka – Foto: Tord Baklund / Visit Oslo


 

KRISTIANSAND

Oslo en verano no puede ser más apetecible, con sus playas urbanas, su puñado de islas en el fiordo a las que llegar cómodamente en ferry, al igual que a la idílica península de Nesodden. Sin embargo, son muchos los que preferirán poner rumbo al sur en dirección Kristiansand.

Kristiansand

Kristiansand – Foto: knut.arne.gjertsen/Foap / Visit Norway

Fundada por Christian IV, rey de Dinamarca y Noruega que también daría el nombre a Oslo durante trescientos años, su trazado es similar al de la capital noruega durante su reinado. Y de hecho también recibe el nombre de Kvadraturen. Más bucólico que el de la capital, tiene un puñado de edificios históricos de madera –especialmente en el barrio de Posebyen–, aunque quizás lo más interesante se concentre junto al mar. Tal es el caso del centro de artes escénicas Kilden; o de la zona de Bystranda –playa de la ciudad–, donde se celebra el Palmesus Festival.

Es éste el mayor festival playero de Escandinavia, que durante dos días congrega a trescientas mil personas. Este año, con todas las entradas agotadas, actuarán Tiësto, Marshmello, The Chainsmokers, Alan Walker y Highasakite en una de las cinco playas Blue Flag –distinción ecológica mundial– de Noruega. También posee esta distinción la playa de Orren, que nos espera de camino a Stavanger.

Kilden

Kilden Performing Arts Centre – Foto: knut.arne.gjertsen/Foap / Visit Norway

 


STAVANGER

La tercera ciudad más grande de Noruega, emplazada junto al fiordo más meridional de la costa occidental, puede presumir de un entorno privilegiado. Al sur tiene la playa de Sola, una arenal kilométrico que adoran los kitesurfistas –continuación de la Orrenstranda–, y al este, sobre el Lisefjord, una de las cumbres más famosas del país, El Púlpito o Preikestolen.

Stavanger

Stavanger – Foto: Berge/Knoff/Natural Light / Visit Norway

Y es que como en todas las ciudades noruegas aquí también prevalece la dualidad naturaleza/urbe. Así, además de parques, bosques y lagos literalmente dentro de la ciudad, cuenta con un pequeño centro histórico de casitas blancas de madera –el Gamle Stavanger–, que queda cerca (como en casi todas las ciudades noruegas) del Ayuntamiento y organismos oficiales de arquitectura brutalista, así como de su principal iglesia, de estilo neogótico.

No falta tampoco una casa de la cultura, aquí llamada Sølvberget, donde también se ubica la biblioteca y un buen café restaurante, el Xpress Re-naa (el hermano pequeño del estrellado Re-Naa). Realizan actividades culturales muy interesantes –como el festival literario Kapittel en septiembre–, tiene wifi gratuito y es un buen lugar donde resguardarse de la lluvia, de la que nos nos libraremos hasta bien pasado Bergen. No queda lejos del puerto, Vagen, y de la plaza, Torget, donde en julio se celebra Gladmat, el festival gastronómico más grande de Escandinavia que congrega a doscientos cincuenta mil foodies, chefs y familias. No en vano, estamos en el granero de Noruega.

Gamle Stavanger

Gamle Stavanger – Foto: CH / Visit Norway

Stavanger con su comunidad internacional –es capital de facto de la industria petrolera noruega así como base de una escuela de la OTAN– ofrece su lado más alternativo en el oeste, lejos de las idílicas urbanizaciones. Junto al mar se elevan nuevas edificaciones de factura contemporánea, y se dan cita estudios de arquitectura así como agencias creativas, además de Tou, una vieja fábrica cervecera reconvertida en una de las arenas culturales más dinámicas del sur de Noruega.

Pero prosigamos rumbo al norte. Próxima parada: Bergen.

Tou

Tou – Foto: Tou


BERGEN

Próspera en un país pobre gracias al comercio dentro de la Liga Hanseática, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad conserva el encanto histórico y mantiene una animada vida social y cultural gracias a su prestigiosa universidad, por la que pasaron los dos escritores noruegos contemporáneos más reconocidos: Jo Nesbø y Karl Ove Kanusgård.

Además de ser la puerta a algunos de los fiordos más inolvidables de Noruega, y de los reclamos turísticos de rigor –el puerto, Bryggen y el funicular al monte Floi– cuenta con buenos museos –como KODE, dividido en cuatro sedes–, un puñado de restaurantes de renombre –como Lysverket, Cornelius y Colonialen–, así como festivales muy bien considerados en la escena cultural noruega.

Bryggen

Bryggen – Foto: Martin Håndlykken / Visit Norway

Así, durante dos intensas semanas entre mayo y junio tiene lugar el Bergen International Festival, con más de doscientos eventos de música, ballet, ópera… Y en junio también, el Bergenfest toma las calles del centro histórico durante cuatro días para llenarlas de música, desde pop hasta electrónica en directo. Y aunque tanto Kygo como Alan Walker –participantes del festival este año– son de Bergen, el músico y compositor más célebre de la ciudad (y de todo Noruega) sigue siendo Edvard Grieg (1843-1907). En su casa-museo de Troldsalen, de junio a septiembre, tienen lugar conciertos con intérpretes de renombre.

Por carreteras salvajes
Antes de proseguir el viaje hacia Ålesund, conviene detenerse (incluso desviarse) a contemplar el paisaje. Y es que, como decíamos, Bergen es la puerta de entrada a algunos de los fiordos más impresionantes de Noruega, como el de Sogne, que es con doscientos seis kilómetros el más largo del país. Por eso, si nos proponemos hacer por carretera este itinerario hilvanando ciudades a través de la abrupta geografía noruega, la naturaleza será la protagonista. Y sin duda, la mejor elección será hacerlo a través de las Rutas Turísticas Nacionales, carreteras por los parajes más extraordinarios del país escandinavo dotadas de la mejor arquitectura contemporánea.

Sogne

Fiordo de Sogne – Foto: Thomas Rasmus Skaug / Visit Norway

Así, de Stavanger a Bergen podría tomarse la ruta de Ryfylke (doscientos sesenta kilómetros), que no sólo lleva al Preikestolen y Kjerag, sino a las antiguas minas de cobre de Allmannajuvet que hoy ha recuperado el Premio Pritzker suizo Peter Zumthor, a la cascada de Svandalsfossen, y al fabuloso puente de Høse para terminar en Røldal, con su antiquísima iglesia de madera (y estación de esquí). También podría uno aventurarse por Hardangervidda, sesenta y siete kilómetros de Eidjord a Haugastøl, que permite contemplar la cascada más conocida de Noruega (Vøringsfossen) con una caída de ciento ochenta y dos metros, a lo largo de la meseta de alta montaña más grande del norte de Europa.

En la región de Ålesund aguardan también paisajes espectaculares como comprobaremos en la ruta Geiranger-Trollstigen; es decir, la que abarca desde el famoso fiordo Patrimonio de la Humanidad hasta la llamada Escalera de los Trolls, una carretera que serpentea a través de once curvas de horquilla por la montaña hasta alcanzar los novecientos metros por encima del nivel del mar. Las vistas desde el mirador diseñado por Reiulf Ramstad –si el tiempo lo permite– son espectaculares.

Escalera de trolls

Fiordo de Sogne – Foto: Samuel Taipale / Visit Norway

Lo mismo puede decirse cuando uno llega al monte Aksla –tras subir los cuatrocientos dieciocho peldaños– y contempla, por fin, Ålesund. Arrasada en un incendio de 1904, se levantó enteramente en estilo Art Nouveau, una rareza por estas latitudes que le confiere su aura de cuento. Muchos de las edificaciones en este estilo albergan cafés y restaurantes, tiendas y galerías, por lo que vale la pena deambular a lo flaneur y llegar hasta el pintoresco puerto de pescadores de Borsundet. En verano acontece aquí el Alesund Boat Festival, con todo tipo de actividades, así como el Jugendfest de pop rock, en el estadio Color Line, que es el más grande de la ciudad.

Aksla

Vista de Ålesund desde el monte Aksla – Foto: Samuel Taipale / Visit Norway


TRONDHEIM

En la antigüedad se decía que «todas las carreteras conducen a Trondheim», pues incluso fue la primera capital del reino, así como posterior lugar de peregrinación ya que su catedral gótica (la más impresionante de Noruega), que se remonta al Siglo XI, albergaba el sepulcro de Olaf el Santo. Muy cerca queda el Museo de Arte y, a doscientos metros, el Nordenfjeldske Kunstindutrimuseum, es decir el de artes decorativas y diseño, que incluye un interior de Henry Van de Velde (el modernista belga predecesor de la Bauhaus en Weimar, pues tras ser destituido Walter Gropius tomó las riendas), así como otro del danés y póetico Finn Julh, indispensable en la historia del diseño escandinavo.

Bakklandet

Bakklandet – Foto: CH / Visit Norway

El encanto histórico de esta ciudad es innegable. Basta pasear por Bakklandet, un pedazo antiguo repleto de vida moderna, con sus tiendas independientes de diseño local y artesanía, así como cafés (Dromedar y Kafe Soil) y restaurantes (Baklandet Skydsstation, Kalas & Canasta, Folk og Fe, Antikvariatet) a los que peregrinan estudiantes y locales. En verano, cómo no, celebran su propio festival con conciertos, mercadillos y exposiciones.

Trondheim tiene una interesante vida social gracias a su prestigiosa universidad de ciencia y tecnología, que atrae estudiantes de todo el mundo. De hecho, la NTNU cuenta con su propio festival internacional, el Big Challenge, que reúne a todos aquellos interesados en aportar soluciones a los grandes retos del futuro, como la sostenibilidad, la inteligencia artificial o la verdad en la era de las fake news… Artistas, pensadores, investigadores de todo el mundo se reúnen en el auditorio Olavshallen, mientras que los conciertos de música tienen lugar en Solsiden, los antiguos astilleros que hoy acogen tiendas y restaurantes. La ciudad cuenta también con un lugar ineludible para los amantes de la música: Rockheim, el museo nacional de músicas populares del país.

Solsiden

Solsiden – Foto: CH / Visit Norway

Y de esta parte «soleada» de Trondheim seguiremos rumbo al norte hasta llegar a Tromsø, donde el sol no nos abandonará durante los días de verano. Es cierto que hasta aquí se suele venir con el frío para hacer carreras de huskies, pasar el día entre renos y cazar auroras boreales, pero esta pequeña ciudad noruega también tiene mucho que ofrecer bajo el sol de medianoche.

Conocida como la París del Norte se emplaza a trescientos kilómetros del Círculo Polar Ártico, por eso Nansen y Amundsen emprendieron desde aquí sus expediciones al Polo. Cuenta con varias instituciones dedicadas a esta temática, como Polaria o el Museo Polar; pero sobre todo destaca su iglesia de Tromsdales o Catedral Ártica, una belleza de hormigón diseñada por Jan Inge Hovig. Es aquí donde en verano tienen lugar los Conciertos del Sol de Medianoche, muy apreciados por su acústica y el entorno mágico.

Tromso

Tromsø – Foto: Christian Roth Christensen / Visit Norway

Más mundano es el Bukta Festival, al aire libre, con marisco, rock y cerveza. Por su parte, los más deportistas tienen cita con el maratón de medianoche, la carrera más al norte del mundo. Para quien desee llegar hasta el final, Nordkapp (Cabo Norte) aguarda a poco más de quinientos kilómetros. Una vez allí, no hay nada más.

Nordkapp

Nordkapp – Foto: Christian Roth Christensen / Visit Norway

 


María Fluxá es periodista. Ejerció de jefe de la sección de Viajes del diario El Mundo hasta 2013. Durante cinco años, hasta 2018, vivió en Noruega escribiendo para diversos medios españoles.


Este texto es parte del informe ¿Qué pasa en Noruega?